LA PIEDRA O CERRO DE LA COSTILLA

Distante algunos kilómetros de Hualqui, y tal vez más cercana a la vecina localidad de Quilacoya, el mismo lugar donde don Pedro de Valdivia estableció una encomienda en el siglo XVI atraído por la riqueza aurífera, encontramos algunos extraños restos arqueológicos que pocos han investigado y que al pasar de los años han dado lugar a una serie de relatos.

            Según narra la historia tradicional, la influencia inca sobre el actual territorio chileno se habría ejercido con cierta intensidad hasta la zona del río Maule. Sin embargo, en el sector mencionado se han encontrado elementos que evidencian la llegada de los incas a estos lugares, es decir, hasta las mismas riberas del gran Bío Bío.

            El hallazgo realizado en uno de los cerros más altos de la zona, está constituido por un serie de inmensas piedras intencionalmente dispuestas y que presentan extraños dibujos que, al decir de algunos, pertenecían a la cultura Inca del Perú. Esto hizo suponer la existencia de un lugar de adoración de los dioses incásicos donde se sacrificaban jóvenes de ambos sexos que, según la tradición oral, eran previamente embriagados y atados uno junto al otro para luego ser enterrados vivos. Verdad o mera imaginación de la gente, lo cierto es que el hallazgo existió y más de algún cronista colonial hace referencia de este hecho. Así lo declara Diego de Rosales en su “Historia de Chile”   al señalar que hacia el año 1425  los incas tuvieron en Quilacoya una fortaleza “… y allí hay 7 piedras a manera de pirámides labradas que fueron puestas por los indios del Perú para hacer la ceremonia llamada Calpa Inca, que se hacía para la salud del rey inca cada año…y así escogían dos niños de edad de 6 años, varón y mujer, y los vestían en traje de inca y los embriagaban y ligaban juntos, y así ligados y vivos los enterraban, diciendo que el pecado que su rey hubiese hecho lo pagaban aquellos inocentes en aquel sacrificio.” (cap. 2, pág. 339)



            El “Cerro o Piedra de La Costilla”, lugar donde se encontraron estas evidencias de la presencia inca en la zona, recibe este singular nombre por la similitud que presentan las piedras que rodean el paraje con esta parte del cuerpo humano. Desde su descubrimiento ha sido visitado por muchos curiosos, algunos de ellos con la intención de investigar sus raíces históricas y otros simplemente llevados por la ambición de encontrar un tesoro. Prueba de ello son los innumerables fosos que han cavado estos curiosos en distintos lugares y las señalizaciones que han dejado en la corteza de antiguos árboles y sobre las mismas piedras. Se cuenta que en cierta ocasión uno de estos ambiciosos visitantes partió las piedras con dinamita con el afán de encontrar algún tesoro, destruyendo de esta forma un patrimonio histórico que seguramente guardaba secretos mucho más valiosos que un frío y oculto tesoro que nunca se encontró.