Hacia los años setenta un antiguo campesino se encontraba trabajando en un fundo cercano a Hualqui haciendo una profunda excavación con el objeto de instalar una bomba de agua. Mientras rompía la tierra se encontró de súbito con un objeto duro y de gran tamaño. Sorprendido, prosiguió cautelosamente con la excavación hasta desenterrar algo que lo dejó perplejo: era el cuerpo de un indio perfectamente conservado y que estaba adornado con numerosos collares y otras prendas. El hombre, confundido por el temor de aquel hallazgo, decidió avisarle a su patrón, el cual creyó que lo más conveniente era dejar tranquilo aquel cuerpo y mandó a cubrirlo de tierra nuevamente. Sin embargo, antes de cumplir aquella orden, el campesino se dio cuenta que el indio tenía un inmenso diente de oro y, dejándose llevar por su ambición, se lo extrajo sin que su patrón se percatara. Llevó entonces el preciado botín a su casa con gran felicidad, convencido que sus días de desgracia habían terminado.
Pero transcurrido algún tiempo comenzó a sufrir extrañas visiones durante las noches de luna llena. En ellas veía al enorme indio reprochándole su ambición y reclamándole su diente de oro. Durante mucho tiempo no pudo conciliar el sueño. En una de aquellas visiones el indio le prometió un par de monedas de oro a cambio de su diente. Conforme con tal propuesta y sobre todo porque al fin podría dormir tranquilo, aquel hombre esperó una noche de luna llena para cumplir su cometido.
Volvió al lugar de los hechos y allí encontró al indio tal como lo había desenterrado aquella primera vez . Cogió el cuerpo y luego de colocarle el diente, lo volvió a enterrar. A la noche siguiente sintió nuevamente el llamado de aquel indio quien extrañamente lo condujo hasta un lugar desconocido. Allí le dijo que excavara bajo unos antiguos árboles donde encontraría un gran tesoro que lo haría rico de por vida. El campesino comenzó a trabajar presurosamente olvidándose de la presencia del indio. Era tal su ambición que no se dio cuenta de lo mucho que había cavado, casi tres metros, y sin embargo no encontró nada. De pronto sintió un extraño presentimiento y una fuerza extraña lo impulsó a salir del hoyo, pero inesperadamente se le interpuso la silueta misteriosa de aquel indio que desde arriba lo miraba profundamente como si sus ojos se clavaran en su cuerpo. Y en un abrir y cerrar de ojos hizo aparecer una pala inmensa con la cual comenzó a enterrar vivo al infortunado campesino.
Aquella noche fue la más silenciosa de todas, y sólo fue perturbada por las misteriosas carcajadas del indio que forzaba por vengarse de aquel campesino ambicioso. Muchos lugareños aseguran hasta hoy día haber escuchado esas extrañas carcajadas mientras veían un inmenso destello que alumbraba totalmente la noche. Era el reflejo de la luna llena sobre el inmenso diente de oro de aquel indio que por fin descansa en paz en los campos de Hualqui.